He aprendido a nadar en seco. Resulta más ventajoso que hacerlo en el agua. No hay el temor a hundirse pues uno ya está en el fondo, y por la misma razón se está ahogando de antemano. También se evita que tengan que pescarnos a la luz de un farol o en la claridad deslumbrante de un hermoso día. Por último, la ausencia de agua evitará que nos hinchemos.
No voy a negar que nadar en seco tiene algo de agónico. A primera vista se pensaría en los estertores de la muerte. Sin embargo, eso tiene de distinto con ella: que al par que se agoniza uno está bien vivo, bien alerta, escuchando la música que entra por la ventana y mirando el gusano que se arrastra por el suelo.
Al principio mis amigos censuraron esta decisión. Se hurtaban a mis miradas y sollozaban en los rincones. Felizmente, ya pasó la crisis. Ahora saben que me siento cómodo nadando en seco. De vez en cuando hundo mis manos en las losas de mármol y les entrego un pececillo que atrapo en las profundidades submarinas.
1957
Tomado de El que vino a salvarme (1970)
viernes, 18 de enero de 2008
martes, 1 de enero de 2008
Guillermito siempre fue muy bueno conmigo
Hay que decir que Virgilio, primero en Revolución y después en Lunes, no sólo encontró su nicho, sino que por primera vez en su vida pudo vivir de lo que escribía. Es decir, era, a pesar de las persecusiones que sufrió en el pasado, un verdadero profesional. En Lunes tuvo luego una sección para él solo ( "A partir de cero"), y más tarde fue editor de Ediciones R, que fundó Lunes en 1960. Virgilio era querido por todos en Lunes y en el área de Revolución que importaba, como eran Franqui y Mateo. Franqui, inclusive, se arriesgó a ir a la cárcel y trató de hacer ver a Virgilio que en Cuba peligraba no sólo su trabajo sino también su libertad. Ocurrió en París en 1965, en la pobre habitación de un hotel de tercera en la Porte Maillot, y yo estaba presente. Cuando Franqui le dijo que iban a realizarse redadas de homosexuales que dejarían bien atrás a "La Noche de las Tres Pe" (putas, proxenetas y pederastas), Virgilio se echó a llorar y le comentó que no podía vivir fuera de Cuba, que ya lo había intentado cuando era joven y no pudo, menos podría ahora de viejo. Y regresó a Cuba, no a las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), pero sí a un destino peor que la muerte para un escritor: el olvido.
Guillermo Cabrera Infante
Tomado de Carlos Espinosa Domínguez: Virgilio Piñera en persona. Denver, Colorado, Térmido Editorial, Colección Ideas, páginas 171-172.
Foto: Mario García Joya. (Mayito) Cortesía del Instituto Cultural René Ariza
Guillermo Cabrera Infante
Tomado de Carlos Espinosa Domínguez: Virgilio Piñera en persona. Denver, Colorado, Térmido Editorial, Colección Ideas, páginas 171-172.
Foto: Mario García Joya. (Mayito) Cortesía del Instituto Cultural René Ariza
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