Ayer yo estaba solito
en la Avenida del puerto,
pensando en mi madre muerta
y pensando en los deseos.
Como un plato estaba el mar,
pero yo estaba moviéndome.
Es una cosa muy seria
que el mundo tanto se mueva.
Un hombre se me acercó
con una cara habanera,
de esas que La Habana misma
no le regala a cualquiera.
Se fue encogiendo de hombros,
la mirada se hizo niebla,
la boca se le contrajo
y así habló de esta manera:
Mi socio, no sé lo que está pasando,
pero yo sé lo que pienso:
este mundo está en el duro
y ojalá se nos deshiele;
porque de no ser así,
nos matará la dureza;
ya las palabras son balas
y las miradas hogueras.
¿No le parece, mi socio?
- me dijo y me tocó el pecho;
yo lloraba como un niño,
y el mar se fue endureciendo.
1962