domingo, 21 de junio de 2009

Siempre Virgilio

La exhibición de fotografías de Virgilio Piñera, salidas del lente de Chinolope y que durante todo el pasado mes estuvo en la galería Raúl Martínez del Palacio del Segundo Cabo, parece venir a poner el sello definitivo, incambiable, de un Virgilio sentado en 18 repeticiones sobre su sillón, como un Cristo pegado a su cruz.

Iris Cepero | La Habana (La Jiribilla, 2002)

“Soy hombre de pocas palabras y todos mis esfuerzos en la vida van encaminados a la mudez perpetua.Hay cosas que terminan por obra y arte, tanto que perdemos el hilo...No se puede vivir encogido todo el tiempo...nunca como ahora un hombre se parecía menos a otro hombre; la comunicación resultaba tan precaria que cada vez más las palabras querían decir menos y ya se notaba el temor de unos y otros a aventurarse en los abismos de una conversación.”.

Virgilio Piñera

No puedo imaginarlo de otra manera. Siempre así, flaco, de nariz fina, pelo negro y lacio, con esa expresión de burla e ironía en la mirada; y siempre, eso también, definitivamente sentado en un sillón, con las piernas cruzadas, como si el sillón fuera parte de su cuerpo u otra prenda inseparable del atuendo. Y si no está el sillón y el poeta aparece sentado de manera distinta, mis ojos despejan cualquier otro mueble y aparece como siempre, ensillonado, ajeno y a la vez atento a las voces, o como burlándose de ellas, con un signo de estar más allá de todo, incluso de su sillón.

Es por esto que la exhibición de fotografías de Virgilio Piñera, (Matanzas 1912- La Habana 1979) salidas del lente de Chinolope y que durante todo el pasado mes estuvo en la galería Raúl Martínez del Palacio del Segundo Cabo, parece venir a poner el sello definitivo, incambiable de un Virgilio sentado en 18 repeticiones sobre su sillón, como un Cristo pegado a su cruz.


Los ojos de Chinolope (Guillermo Fernando López Junqué, La Habana, 1932) en la figura del dramaturgo cubano en los años 60 forman parte de la obsesión y la suerte de este fotógrafo, empeñado en las imágenes más conocidas de Lezama, Cortázar, de Roque Dalton, Alicia Alonso, Wifredo Lam.

Chinolope, acostumbrado a recoger el testimonio gráfico de las más grandes figuras, esta vez también expone en el catálogo de la muestra, las palabras que Luisa Piñera, hermana de Virgilio, le regalara en 1993. Es así que una vez más asistimos al recuento de los primeros años de un Virgilio debutante en el mundo del arte, anticipando el despliegue que apenas una década después, en los 40, lo mostraría como uno de los más grandes intelectuales cubanos.

De los veinte años vividos en Camagüey, recuerda Luisa: "En mi casa se celebraban un sábado sí y otro no, reuniones donde venían los profesores de la Escuela Normal, algunos del Instituto, escritores y periodistas. El sábado que no había reunión montábamos obras teatrales, nada del otro mundo, pero algunas se ponían. Virgilio actuaba, otras veces dirigía..."

Al clausurar la muestra esta semana en el Palacio del Segundo Cabo en La Habana, Chinolope comentaba que "Explicar es reducir. ¿Es posible que no haya palabras para explicar algo? ¿Quiénes fueron los primeros en alejarse de la palabra para acercarse a la imagen como simple significado? ¡Los chinos!... Piñera Virgilio no tiene por qué soñar más: debe observar. Tengo la convicción de que su obra es una extracción...una influencia en la literatura nacional y universal. Hay frases interminables en la vida que develan lo que realmente sentimos y pensamos...Cuando nos miran a los ojos...la máscara como persona nos descubrirá de qué está hecha su propia mirada, de relación de relación, de relación de relación, y así sucesivamente lo aclara y confirma".


El Virgilio que el fotógrafo devela en Presión y Diamante, se nos muestra diverso y a la vez único, en un experimento perceptual que crea la sensación y a la vez la duda entre el estatismo de la fotografía y el movimiento del cine, como comentara a La Jiribilla Nelson Ramírez, curador de la exposición. Virgilio Piñera salido de la cámara de Chinolope, detenido y a la vez en movimiento, como escapando del retrato, atrapado en uno los muchos momentos del poeta.