domingo, 13 de diciembre de 2009

Algunos poemas de mi última etapa que cubre 20 años (1959-1979)

En la puerta de mi vecino
un papelito me dejó helado.
“No me molesten. Estoy llorando.
Y consolarme ya nadie puede."

Ahora yo sueño con mi vecino.
Y mientras sueño, abro la puerta.
Adentro veo mi propia cara,
mi propia cara bañada en lágrimas.
(1962)

EN EL DENTISTA

¿Qué puede hacerse contigo? ¿Qué podría encontrar tu frescura en mi piel ajada?
Te engalanas para el amor, gimes por el amor, te hundes en su noche.
Quizás no sepas quiénes fueron Baudelaire y la señora Sabatier, ni lo que entre ellos ocurrió. Pero es tan divertido (o tal vez sea otra cosa) escribir estos renglones dedicados a ti, que para mí no eres más que un fantasma.
(1965)

Lo que estuvo a mi lado tantos años, lo que veía sin ver, y sentía sintiéndolo apenas, lo he reconocido.
Aunque ignoro si llegaré a saber realmente lo que es, ha empezado a formar parte de mí. Cuando no lo veo ni lo siento, tiemblo. Su ausencia corta mi respiración, y muero un poco.
Cuando regresa, me vuelven los colores a la cara.
(1976)

ÓYELO BIEN

Si alguna vez tuviste bellos días, tardes apacibles, amables conversaciones; si en un instante magnífico viste crecer la rosa y colorearse el aire; si decir “buenos días” era algo perfectamente natural; si...para qué seguir cuando el corazón de todo se ha secado. En tu diccionario personal no aparece la palabra salvación. Y en cambio, fueron sustituídas las demás por una sola: “condenado”, infinitamente repetida.
(1976)

PARA TI

Para ti ya no habrá formas ni contornos. Esperas por un sol que no ha de salir. Sin estar ciego, aún ignoras -en tu casa todavía hay luz-, que todo se volverá negrura en un instante, y en un instante nunca más te verás como eres.
¿Qué dices...? El genio del hombre, la tecnología, los adelantos de la ciencia...
Amigo mío, esa mano que busca otra mano, tus ojos que pugnan por insertarse en otros, pronto sabrán que no son ojos ni mano. De modo que asómate, y disfruta el último paisaje.
(1977)

NADIE

Cada vez que el empleado levanta la sábana que cubre tu cuerpo, el que mira exclama: Nunca lo he visto.
Tuviste amigos, una esposa, hijos, jefes y subordinados.
Todos desfilan. Escrutan tu cara, y suponiendo que podrías ser al que amaron u odiaron, se consternan ante tu calculada inescrutabilidad.
(1977)