viernes, 14 de septiembre de 2007

Se impone una desfosilización del pensamiento

Decir del pensamiento y de su figura (la palabra) que están fosilizados, es un lugar común. En cambio lo que no se sabe del todo es cómo se ha llegado a la fosilización.
A primera vista parecería que el lenguaje estuviera más vivo y actuante que nunca. Los incesantes avances en el campo de la cibernética y de la astronáutica (por no citar más que dos de las nuevas tecnologías) han incorporado al lenguaje nuevos términos y palabras. Algunos de ellos se inscriben ya en el lenguaje cotidiano. Aun cuando se cometa barbarismos es cada vez más frecuente el uso de verbos como detectar y radarizar. Pero este aparante enriquecimiento del lenguaje es, paradójicamente, signo de su extenuación. Un lenguaje que en el momento presente se encuentra en su etapa de fosilización, habiendo alcanzado el punto más alto en su desarrollo, ha dejado, por su misma funcionalidad, de ser operante. Y cuando un lenguaje deja de ser operante, deja de ser un medio de comunicación entre los hombres. Hoy día padecemos de babelismo, enfermedad de la que pocos se percatan, y a todos consume. Para que nuestra vida cambie (por inoperancia del lenguaje nuestra vida es sólo aparencial) debemos consecuentemente cambiar el lenguaje, y cambiarlo para desbabelizarlo. Se impone pues una desfosilización del pensamiento.
Mitridades, rey del Ponto, logró inmunizarse contra el veneno, recurriendo al propio envenenamiento paulatino. Tal técnica heroica es conocida por mitridatismo. En el caso que nos ocupa, mitridaticemos el babelismo reinante recurriendo al propio babelismo. ¿Y cómo? Pues instaurando un nuevo lenguaje, que desprovisto de todo sentido lógico conocido, adquirirá uno al uso. Con tal disposición, las palabras muertas irán siempre a sus tumbas, y las nuevas abrirán a la mente humana insospechadas posibilidades de expresión. Así surgirán nuevas filosofías y nuevas literaturas, nuevas ciencias. Parecerá un disparate, y no lo es tanto si nos detenemos a pensar que la sabiduría llega a hacerse tan sabia, que en un momento dado de su desarrollo para en tontería.

Fragmento de Contra y por la palabra (1969)